Entre los disfraces de una bulliciosa feria medieval, destacaba una pareja de elfos. Sus coronas de alambres brillaban bajo el sol, mientras piedras de cuarzo rosado colgaban de sus frentes. Caminaban de la mano, rodeados por un mar de personas. De fondo, el sonido de flechas golpeando la madera rompía el murmullo constante. Javier la tomó suavemente por la cintura y la besó, sus vestimentas evocaban la época del rey Arturo.

—Amor, ¿quieres que tiremos unas flechas? —le preguntó Javier con una sonrisa esperanzada.
—No, pero tú puedes jugar si quieres —respondió Margarita, con una expresión serena.
Javier frunció el ceño ligeramente, molesto, y con tono serio replicó:
—Bueno, entonces vamos a ver otra cosa. Pero antes, dame un beso, así se me va el enojo.
Margarita, riendo, lo besó de nuevo, suavizando el momento y disipando cualquier rastro de enfado.
