Ecos de la eternidad

Bajo el resplandor de la luna llena, las almas de los muertos emergen de la bruma etérea que envuelve el mundo de los vivos. Cada paso que dan está impregnado de un amor profundo, un anhelo que atraviesa el tiempo y el espacio. Al cruzar el umbral de la vida, sus rostros se iluminan al ver a aquellos a quienes alguna vez abrazaron, pero la alegría de la reunión se mezcla con la tristeza de saber que el tiempo es limitado.

En una pequeña habitación, una madre observa a su hija dormir, la misma niña que solía acunar en sus brazos. Su corazón se llena de ternura al ver cómo la luna acaricia el rostro de su pequeña. Sin embargo, un susurro en el viento le recuerda la fragilidad de estos momentos. Si la niña olvida su risa, su voz o los cuentos que compartieron, la madre sabe que se desvanecerá de su memoria y su alma quedará atrapada en el limbo, condenada a vagar sin rumbo.

En otra parte del mundo, un anciano contempla su retrato en la pared, donde una joven mujer sonríe con luz propia. Ella fue su amor eterno, pero el peso del tiempo los ha separado. Cada noche, él le habla como si ella pudiera oírlo, relatando historias de su vida juntos, de los sueños que compartieron y de los momentos que los hicieron reír. Esta conexión, aunque frágil, es un hilo dorado que lo une a ella. Sabe que, mientras la recuerde, ella seguirá viva en su corazón.

Mientras tanto, los fantasmas observan desde la penumbra, con la esperanza de que sus seres amados recuerden los momentos compartidos. El viento trae ecos de risas pasadas y el murmullo de promesas aún no cumplidas.

Pero no todos tienen esa suerte. En un rincón olvidado, un alma errante siente cómo su esencia se disipa. Un lamento resuena en la noche, la llamada de aquellos que han sido olvidados. Un rayo de luna ilumina su rostro, y por un instante, puede ver la silueta de alguien que amó, pero la visión se desvanece, dejándolo aún más perdido.

Así, la noche avanza, y mientras la luna sigue su curso, los muertos se aferran a la esperanza de ser recordados, de que sus seres queridos nunca olviden el amor que une sus corazones a través del tiempo. Sin embargo, saben que el tiempo se agota y que, si no hay memoria, el regreso será solo un eco en la eternidad.

Solo una persona puede recordar a aquella alma que aún queda viva al traspasar los años, y poco a poco está perdiendo su memoria. Ella deberá dejar una foto de su madre para que otra alma la recuerde, para que la niña, su nieta, pueda recordar a toda su familia que ya no está con ella. Solo hay una foto familiar donde están todos juntos, y podrán ser recordados para siempre en la mente de la niña, que contará sus historias a las generaciones futuras, agregando más fotografías al antiguo álbum lleno de recuerdos y vidas pasadas. Este álbum, repleto de fotografías, la ayudará a recordar todo a su alrededor.

por: Nereida H’antik

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